Miwa: «Quiero que paguen los que nos llaman monos»
El martes se celebra el juicio contra Roberto Alonso, el agresor racista que dejó a la víctima, congoleña, tetrapléjica. El fiscal y Movimiento contra la Intolerancia piden 12 años de prisión
«¡Negro, puto negro, mono, vete a un zoológico, mono. Arriba España. Viva España!». Miwa Monake, congoleño, repite sin pestañear los insultos que escuchó el 10 de febrero de 2007 por la noche de boca del neonazi español Roberto Alonso de la Varga. Los dos estaban a las puertas de un pub en Alcalá de Henares (Madrid). Alonso, de 29 años, corpulento, pelo al cero, le pidió tabaco. «No tengo», contestó Monake. «Pues dame fuego», insistió el español. «Tampoco tengo», repitió el inmigrante. «Entonces eres un hijo de puta», siguió Alonso. «Pues si yo soy un hijo de puta, tú también lo eres», se defendió el congoleño. Y empezaron los insultos racistas y los empujones por parte de Alonso.
Monake se dio la vuelta, Alonso lo siguió y, por la espalda, le propinó tal golpe en el cuello que lo tumbó en el suelo. Sangrando por la boca, inconsciente. Cuando Monake se despertó, no podía mover el cuerpo. Se había quedado tetrapléjico.
Atrás quedaba su vida como traductor en una asociación católica y su rutina de ir y venir con su mujer Mirella a su piso en Alcalá de Henares. Hoy está ingresado en un centro de lesiones medulares de Madrid capital, donde hace una hora al día de rehabilitación. Antes estuvo en el hospital de parapléjicos de Toledo. El martes que viene empezará el juicio contra su agresor, para el que el fiscal y la asociación Movimiento contra la Intolerancia, que representa a la acusación popular, piden 12 años de prisión por un delito de lesiones muy graves.
Miwa Monake tiene 43 años y no puede mover ni un músculo desde la barbilla (con la que desplaza el mecanismo automático de la silla de ruedas) hasta los pies. Es difícil adivinar que, detrás de la persona huesuda que se dobla en la silla, hay un hombre de 1, 95 de altura. Al mando de la silla alguien le ha colocado una pelota amarilla para facilitarle el contacto con la piel.
El martes, este hombre congoleño se encontrará por primera vez desde que ocurrió la agresión con la persona que le ha destrozado la vida. «Me da igual verlo, no me importa, no busco venganza, quiero que el juez sea justo…», contaba ayer Monake en el comedor de la residencia donde está ingresado. Mirella, su mujer, le interrumpe: «Tiene que pagar por ello».
Ella es la que se ha echado a la espalda todo este tiempo el sufrimiento de su marido. Tiene 34 años y en su país era la capitana de la selección nacional de balonmano femenino. Pero no ha vuelto a jugar. Hubo momentos en los que no quiso vivir. Su marido tampoco. Pero eso ya ha pasado. Hace un año y medio, el matrimonio logró traer desde su país, la República Democrática del Congo, a sus dos hijos: Doris, de 15 años, y Tafarelle, de 12.
Pero una de las muchas consecuencias de la agresión que sufrió Miwa es que él y su mujer han transmitido el miedo a sus hijos. Miedo al racismo, a los desconocidos, a que les pueda pasar algo por el simple hecho de ser negros. «Del instituto a casa», repite Miwa. A Doris, su hija mayor, le da pánico cuando ve en el Metro «chicos con pendientes en las orejas», cuenta su madre. Los deja pasar de largo; cuando se queda sola en el vagón es cuando se baja, siempre con recelos, dándose la vuelta. Su madre es incapaz de encontrar el equilibrio entre la prudencia y la pérdida del miedo: «No puedo. Siempre estoy detrás de mis niños, les digo que no salgan». Doris, la mayor, las únicas dos preguntas que le hace a su madre sobre lo que pasó a su padre son: «¿Por qué? ¿Por qué se quedó así?».
El racismo está presente continuamente en la vida de esta familia. Y Miwa quiere que su caso sirva como ejemplo para otras víctimas que no se atreven a denunciar. «Quiero que paguen los que nos llaman negros, monos. Que la sentencia sea favorable y que sirva de lección para los racistas», afirma Miwa, que se para un momento a pensar y suelta: «Ser la voz de los sin voz…».
Caso desapercibido
Su caso pasó desapercibido durante muchos meses. Si la agresión se produjo en febrero de 2007, no fue hasta septiembre de ese mismo año cuando el juez le tomó declaración por primera vez. ¿Por qué tardó tanto la Justicia en atender este caso? «Porque no le dieron importancia», resume Esteban Ibarra, presidente de Movimiento contra la Intolerancia. La asociación aprecia en el caso la agravante de que la agresión fue ejecutada con alevosía y, como alternativa, abuso de superioridad. Movimiento contra la Intolerancia reclama además que se prohíba al procesado acercarse a la víctima, a su mujer y a sus hijos a menos de 500 metros durante 22 años.
Miwa dejó de creer en la Justicia, ahora dice que tiene algo de «esperanza». «¡Y muchos proyectos!», agrega Ibarra para animarle. Una vez pasado el juicio, la asociación va a tratar de que a Miwa le atiendan, por la medicina privada, de su lesión medular. «Vamos a iniciar una vía de tratamiento para la recuperación de la médula con tratamiento hormonal», explica Ibarra, y al ciudadano congoleño se le ilumina la cara.
Mientras llega ese día, la vida de Miwa transcurre con horarios muy marcados. Se levanta a las 10.30 y se acuesta a las 21.00. Hace rehabilitación, recibe visitas. Ahora está más animado con el Mundial de fútbol. Él va con «los equipos africanos». Mirella sonríe y dice que, por fastidiar, ella va «con el equipo con el que no vaya Miwa».
Notícia d’El País:
«Mi hermano no es neonazi ni xenófobo»
El hermano del agresor de Miwa Buene, tetrapléjico por una paliza de motivación racista, acusa a los medios de «acuchillarle».- Roberto Alonso de la Varga se enfrenta a 12 años de cárcel en un juicio que arranca hoy
F. JAVIER BARROSO – Madrid – 15/06/2010
El juicio por la agresión a Miwa Buene, congoleño de 43 años que quedó tetrapléjico en 2007 por una paliza de motivación racista, comienza tarde en la Audiencia Provincial de Madrid. Buene ha llegado a los juzgados en un taxi adaptado y rodeado de una nube de fotógrafos y periodistas. Pedro, hermano del ultra Roberto Alonso de la Varga, autor de la agresión, ha hecho unas declaraciones de defensa del acusado en la entrada de la Audiencia. «Mi hermano no es neonazi ni ultra», ha dicho, «es una persona con un trabajo normal». La responsabilidad de la situación de su hermano, según él, la tienen los medios de comunicación, que le han «acuchillado y declarado culpable antes de tiempo».
Roberto Alonso de la Varga, de 32 años y vecino de Alcalá de Henares, se enfrenta a una pena de 12 años de cárcel en la Sección 17ª de la Audiencia Provincial. «El único perdón que le acepto es que vaya a la cárcel», resumía el pasado domingo Buene. Sin embargo, el inicio de la vista se ha retrasado por la negociación entre las partes. En lugar de 12 años de cárcel, las partes hablan de nueve años y seis meses de condena.
El ataque se produjo el 10 de febrero de 2007, cuando Miwa Buene se encontró con su agresor en un centro comercial de Alcalá de Henares, en la calle de Río Tajuña. «Él [Roberto Alonso] estaba bajando las escaleras. Se dirigió hacia mí y me pidió tabaco y un mechero. Le dije que no tenía», recuerda Buene. Casi no había terminado de responderle cuando Alonso empezó a insultarle: «Eres un puto negro y un hijo de puta por no tener un cigarrillo». El congoleño le respondió que él también lo era, ya que tampoco tenía nada para fumar, según recuerda la víctima. El vecino de Alcalá prorrumpió con más insultos: «Eres un mono y el único sitio en el que puedes estar es en el zoológico con tus compañeros». Terminó con un «¡Arriba España!». Buene no quiso seguir y se dio la vuelta dando la espalda a su atacante. Acto seguido, recibió un brutal golpe en la nuca que le tiró al suelo y le causó unas lesiones gravísimas.
Según el escrito del fiscal, sufrió la fractura de las vértebras cervicales de la 4 a la 6, lo que se tradujo en una tetraplejia inmediata y una gran invalidez, además de lesiones en la vejiga y el intestino neurógeno con incontinencia urinaria y fecal. Pasó 17 días en coma, luchando entre la vida y la muerte. Desde entonces requiere que alguien le ayude para todo. Tan solo puede moverse gracias a la silla de ruedas que maneja con la cara. Los forenses le han diagnosticado trastornos depresivos y psicóticos.
«No le había visto ni le conocía de nada», recuerda Buene, mientras su mirada se concentra en el patio de la residencia en la que vive. «Lo estoy pasando muy mal. Llevo tres años y medio fuera de mi casa. Tengo dos hijos, de 12 y 15 años, y no puedo verlos más que algunos días por estar ingresado aquí. Y lo peor es que estaré así de por vida, porque me ha roto la médula espinal», dice con una voz baja, fruto del dolor que sufre.
«Lástima que no estará toda su vida en la cárcel, como yo en la silla»
«Lo he pasado muy mal. Han sido meses muy difíciles, pero ahora estoy más tranquilo porque cada vez falta menos para que se sepa lo que pasó aquel día y sea condenado. Lástima que no pueda estar toda la vida en la cárcel como yo lo estaré en esta silla de ruedas», afirma mientras coge la mano de su esposa Mireille. Ella es la que lleva la carga de la lesión de su marido. Se pasa junto a su marido todas las horas que le deja su trabajo como moza de almacén. Entre ratos, saca huecos para cuidar a sus hijos y llevar la casa. Ahora al menos vive más cerca del centro de Vallecas y tarda menos tiempo en los desplazamientos. «Lo que fue un suplicio fue estar en el hospital de parapléjicos de Toledo. Estaba muy lejos y costaba mucho llegar, pero teníamos que estar allí porque era cuando peor lo pasó mi marido. Quería morirse», recuerda Mireille. En su gesto, el dolor, agravado por una reciente operación a la que ha sido sometido.
«Han sufrido mucho los dos y lo poco que hemos conseguido ha sido con mucho trabajo y poco a poco», recuerda Esteban Ibarra, presidente del Movimiento contra la Intolerancia, que ejerce la acusación particular. También piden 12 años de cárcel para el acusado.»Otro de mis objetivos es que no se vuelva a repetir algo así, que los xenófobos no vuelvan a atacar a nadie. Ojalá sea un símbolo para demostrar a la gente que no podemos seguir así, con ataques a extranjeros porque tenemos un color de piel diferente», relata Buene. Este congoleño lleva nueve años y medio en España. Antes del ataque, trabajaba de intérprete de la Comisión Española de Inmigración. Habla cuatro idiomas (francés, español, inglés y suajili).
El fiscal y la acusación particular piden que a Alonso le sea aplicado la agravante de racismo. En el caso del Movimiento, también solicitan las de alevosía y abuso de autoridad, al haber golpeado a Buene por la espalda. «Lo que está claro es que la agresión se produjo porque se trata de una persona negra y eso tiene mayor castigo en el Código Penal», afirma Esteban Ibarra. También le piden 400.000 euros como responsabilidad civil. Por el contrario, la defensa de Alonso pide la libre absolución porque en su opinión no ha quedado acreditado que exista delito.
Alonso está en prisión desde el 13 de noviembre de 2007, justo nueve meses después de la agresión. El Juzgado número 6 de Alcalá de Henares solo abrió diligencias e impuso al imputado la obligación de presentarse cada 15 días a firmar. Ni siquiera informó al fiscal hasta pasados siete meses y eso, tras la denuncia del Movimiento contra la Intolerancia. «Desde luego, la justicia actuó mal al principio», critica Buene.
El acusado, con un antecedente por atentado contra la autoridad y otro por robo con fuerza, se caracteriza por su gran corpulencia, su pelo rapado y sus pronunciadas patillas. El martes se sentará en el banquillo de los acusados de la Audiencia Provincial.
El fiscal pide 12 años para el acusado de dejar tetrapléjico a un congoleño